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domingo, 24 de abril de 2016

Creepypasta: El orfanato

EL ORFANATO

“La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante” Soren Kierkegaard

Mientras pasan los días mis pensamientos se hacen cada vez más confusos y perturbadores, a tal punto que ni siquiera puedo dormir por las noches y cada vez se hacen más existentes. Tengo un insomnio profundo, que nadie hasta el día de hoy, me ha podido quitar, la rareza de poder tener una perspectiva diferente de los demás, como si estuviera en un mundo completamente alternativo; donde criaturas indescriptibles acechan en cada rincón, en cada espacio donde me encuentre.

Todo esto comenzó desde la última vez que el Orfanato estuvo en pie, es decir, en un momento dado, el lugar empezó a arder en llamas, por culpa de la arrogancia e hipocresía de una de las empleadas del lugar, también es la causante de mi sufrimiento y de las gemelas, que eran muy queridas en el lugar, como la detesto.


Pero para que me entiendas mejor, debo contarte mi historia, créeme, lo que vas a leer puede perturbarte mucho, esto sucedió realmente y todo lo que he dicho me está pasando y no se detiene, no he encontrado una solución a esto, no sé con qué fuerzas estoy escribiendo este documento, pero ten en cuenta, repito, que todo lo que voy a narrar es totalmente serio e inquietante, bueno allí va:

Empezando desde lo más bajo, siendo ingeniero en computación, tuve que mudarme por problemas políticos de mi país, a tal punto que ni el dinero ya alcanzaba, con todas mis ganas, me empeñe en cambiar mi vida y vivir otro en ambiente, donde pudiera desenvolverme mejor y tener una mejor calidad vida.


(Más o menos estaría pensando en esto)

Al llegar no fue absolutamente nada fácil conseguir trabajo, más bien por problemas de papeleos, era extremadamente difícil, conseguir una residencia, yo tenía el dinero, pero eso no quería decir que de ello podía vivir completamente, así que los primeros días me dispuse a dormir en la calle, hasta que por fin pude lograr tener un trabajo y una casa, un poco decente, pero para empezar, estaba bien.

El lugar era el Orfanato de Santa Lucia, un lugar que a simple vista era exorbitantemente maravilloso y abrumador, mi labor era mantener el lugar en muy buenas condiciones, la verdad que no me quejaba en lo absoluto, más aun tuve mucha suerte de conseguir un empleo. Mientras, me ocupaba del lugar, por supuesto, tenía que mantener una relación amistosa, con aquellas criaturas abandonadas, a tal punto que con el pasar de los días, les empecé a caer bien, pero de todos ellos, dos niñas gemelas, eran aquellas que su belleza y sonrisa angelical te dominaban, era imposible no dejar de verlas, eran preciosas.
                                                                             

Pero no todo era bueno, unas de las empleadas llamadas Josefa que cada vez que me acercaba, transmitía un odio, no sé si será por su trabajo, de verdad ni me interesaba, pero lo que no me gustaba de ella es que no trataba a los niños de forma amable y respetuosa, todo lo contrario, eh inclusive ella observaba de manera de celos a aquellas niñas guapas. Por si lo anterior no es suficiente, un día decidí quedarme en el Orfanato de noche, y en ese momento me di cuenta, que ella vivía aquí, que extraño, bueno, por curiosidad me adentré en su cuarto mientras ella no estaba, mientras revisaba cautelosamente cada espacio de su habitación, me topé con algo muy siniestro, un libro que contenía escritos para aprender a invocar demonios, espectros malignos, en ese momento me quede completamente estupefacto y en mi alrededor, sentía como una energía negativa me rodeaba, la verdad me estaba ya incomodando completamente, así que sin pensarlo me marché sin mirar atrás.
                                                                                

Te has dado cuenta que todavía no te he contado algo terrorífico verdad, bueno a partir de este momento tienes chance de no seguir leyendo más, te aseguro que lo que viene no te gustará nada, te estoy advirtiendo, si empiezas a tener o sentir alguna presencia, ya no tendrás salvación, yo ya estoy condenado, procedo entonces a seguir:

Al día siguiente, decidí apresurarme, ya que me levante tarde, y tenía miedo de perder mi trabajo. Cuando estoy cerca, vi como a lo lejos se distinguía, unas llamas enormes en el lugar, así que sin pensarlo corrí desesperadamente, mientras llegaba, en la puerta principal de dicho edificio, pude contemplar como aquellas criaturas hermosas ardían a tal punto de parecer irreconocibles y ellas me podían ver en algunas ocasiones, pero por ser un poco cobarde, no me aventuré a salvarlas, lo único que pude hacer era correr, estaba demasiado aterrorizado.

Cuando llegué a mi casa, me dispuse de acostarme en la cama y pensar en esa dichosa tragedia, la verdad que nunca había visto semejante momento. Desde ese momento empiezo a experimentar sueños completamente bizarros, donde aparecen las niñas, criaturas muy desagradables, a tal momento que ya era imposible dormir.

La verdad, no sé con qué fuerzas dispongo de escribir esto, todos los días cuando salía a la calle, no había nadie, era impresionante pero eso sí, entes en todas partes, hablando de tal manera que no entendía absolutamente nada, mi realidad se estaba distorsionando y ya no sé qué hacer, no sé qué pasó en ese lugar, debió de ser Josefa que atrajo una maldición a mi vida. Pero hubo un momento que me quede sin aliento, sentía una presencia extremadamente maligna, estaba paralizado, ya que desde el pasillo de mi casa podía escuchar unos pasos acercándome a mí, para nada humanos, pero por desgracia de la vida, decidí asomarme y lo que vi no tiene descripción, rápidamente dispuse de tomarle una foto, era Josefa, pero no como era antes, no para nada, simplemente tranque la puerta y ahora en este documento les muestro la fotografía:





Ahora mismo encerrado en mi cuarto, con mi laptop, mientras aquella criatura anda suelta por mi casa, les escribo esta historia porque estoy condenado, quizás ya esté muerto para cuando leas esto… Lo mejor que se puede hacer es seguir adelante y nunca mirar al pasado. El accidente ya lleva meses, imagínense todo lo que he estado sufriendo, la criatura está rompiendo la puerta, esto fue un mensaje que les dejo, para que me crean que a veces la realidad supera a la ficción.

martes, 19 de abril de 2016

Don Quijote de La Mancha y su compañero Sancho Panza




"Las aventuras de don Quijote" narra las peripecias de un pequeño ratón que vive con su familia en la casa de don Miguel de Cervantes, un prestigioso escritor absorto en la redacción de su próxima novela: El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha. Cada noche, Papá ratón lee a sus hijos los capítulos que Don Miguel escribe, transformando la historia cervantina en una genial fábula.

viernes, 15 de abril de 2016

Romaces


LA CAUTIVA 
( Romances de Andalucía )



En los montes más oscuros 
que tiene la morería
había una mora lavando
al pie de la fuente fría

Vio llegar a un caballero, 
de tierras desconocidas
con su caballo Alazán
hacia ella se dirigía

- Apártate mora guapa
apártate mora linda
que va a beber mi caballo
de ese agua cristalina. 

- No soy mora caballero
que soy cristiana cautiva. 
Me cautivaron los moros
siendo yo pequeña niña. 

- ¿Te quieres venir conmigo
a los montes de la oliva? 

- ¿Y a mi ropa caballero
dónde yo la dejaría? 

- La de seda y la de holanda
aquí en mi caballo irían
y la de menor valor
la corriente llevaría. 

- ¿Y mi honra, caballero, 
dónde yo la llevaría? 

- En la punta de mi espada
y en mi corazón metida. 

La ha montado en su caballo
la lleva para la oliva
Y al llegar aquellos montes
la mora llora y suspira. 

- ¿Por qué lloras mora guapa
por qué lloras mora linda? 

- Lloro porque en estos montes
mi padre a cazar venía, 
con mi hermano Bernabé
y yo en su compañía. 
- Lo que oigo Virgen Santa, 
lo que oigo madre mía. 
Pensando traer una esposa
, traigo a la hermana querida
que cautivaron los moros
el día de Pascua Florida. 

Abran puertas y ventanas, 
balcones y celosías
que aquí les traen a la prenda, 
por quien lloran noche y día, 
la que les quitaba el sueño
de noche y también de día. 

martes, 12 de abril de 2016

Soneto

Hoy os voy a enseñar un soneto. Consiste en dos cuartetos y dos tercetos.


EL CIPRÉS DE SILOS

Gerardo Diego

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño, 
flecha de fe, saeta de esperanza. 
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza, 
peregrina al azar, mi alma sin dueño. 

Cuando te vi señero, dulce, firme, 
qué ansiedades sentí de diluirme 
y ascender como tú, vuelto en cristales, 

como tú, negra torre de arduos filos, 
ejemplo de delirios verticales, 
mudo ciprés en el fervor de Silos.
Los hijos y los padres


Ni arrastrada un pastor llevar podía 
a una cabra infeliz que oía amante 
balar detrás al hijo, que, inconstante, 
marchar junto a la madre no quería.

-¡Necio! -al pastor un sabio le decía,- 
al que llevas detrás, ponle delante; 
échate el hijo al hombro, y al instante 
la madre verás ir tras de la cría.-

Tal consejo el pastor creyó sencillo, 
cogió la cría y se marchó corriendo 
llevando al animal sobre él, hatillo. 

La cabra sin ramal los fue siguiendo, 
más siguiendo tan cerca al cabritillo, 
que los pies por detrás le iba lamiendo.
Soneto del amor bien medido


Perfecta entre tus senos la cesura,
consonante la rima en tu cadera.
(Sin ti; yo, cabo roto, estrofa huera.)
Ni un solo ripio afea tu cintura,


ni una sílaba falta en tu hermosura;
tu ritmo alejandrino me acelera,
y ni en el hemistiquio se modera
mi amor que tras tus besos se apresura.


Mi más sonoro verso queda mudo
por ti. Por ti me vuelvo pareado,
por ti yo me encadeno en un terceto,


por ti yo me encabalgo y me desnudo;
ante el tuyo, mi pie queda quebrado…
y al fin, sólo por ti, soy un soneto.
Alfa y Omega


Cabe la vida entera en un soneto
empezado con lánguido descuido,
y, apenas iniciado, ha transcurrido
la infancia, imagen del primer cuarteto.

Llega la juventud con el secreto 
de la vida, que pasa inadvertido,
y que se va también, que ya se ha ido,
antes de entrar en el primer terceto.

Maduros, a mirar a ayer tornamos
añorantes y, ansiosos, a mañana,
y así el primer terceto malgastamos.

Y cuando en el terceto último entramos,
es para ver con experiencia vana
que se acaba el soneto... Y que nos vamos.

viernes, 8 de abril de 2016

martes, 5 de abril de 2016

Creepypasta: Gracias

Hoy comenzaré una sección que haré los martes sobre creepypastas. Hoy pondré la historia de este creepypasta.

GRACIAS

Estas en la fiesta disfrutando el ambiente y bebiendo con tus amigos unos tragos mientras charlan sobre las chicas que les gustan. No sabes cómo pero después de unas 3 horas terminan hablando sobre historias de terror. La fiesta acaba y vas a la casa de algún amigo a ver una pelicula de terror.

Regresas a tu casa tarde, tus papás están dormidos en la habitación al final del pasillo y lo único que quieres es irte a dormir, llegas a tu cuarto y apagas las luces mientras recuerdas la buena fiesta en la que estuviste, y de repente, las imágenes de los monstruos ficticios que tenías con tus amigos empiezan a formar parte en tu mente.

Caes dormido rápidamente, pero a los 15 minutos unos pasos fuera de tu cuarto te despiertan y los recuerdos te vuelven a traicionar, y aún después de eso vuelves a la cama sin darle mucha importancia.

Pero a los 30 minutos escuchas más sonidos y esta vez están dentro de tu habitación y despiertas exaltado, prendes la luz porque recuerdas que de niño eso ayudaba a calmar tu miedo, pero no hay nada…

Justo cuando cierras tus ojos y te tumbas a tu almohada, una fría y descompuesta mano sube lentamente a tu espalda provocandote escalofrios en cada hueso y nervio que toca, no te mueves porque estas en shock. Escuchas una voz ronca, tan solo oirla tus oidos arden y pronuncia:

”Gracias por prender la luz,era muy difícil encontrarte en la oscuridad”

lunes, 4 de abril de 2016

El sueño del tesoro sobre el puente de los curas.

El sueño del tesoro sobre el puente de los curas

Hace mucho tiempo vivía en Oosterlittens un zapatero cuya vida estaba muy lejos de ser cómoda, ya que el trabajo le rendía poco y sus necesidades eran muchas. Era laborioso, diligente y buen artesano. Su mujer era una excelente ama de casa, ordenada y económica; pero tenían tantos hijos, que todo el trabajo del padre y la buena administración de la madre eran poca cosa para tantas bocas. Sin embargo, el buen hombre no se desesperaba, pues tenía confianza en que un día u otro las cosas cambiarían en su favor. Su mujer tachaba de loco al zapatero cuando éste le decía: «No te apures; todo irá mejor alguna vez.» Pero sentía gran satisfacción al ver que las ilusiones no quitaban al marido de trabajar intensamente durante todo el día y buena parte de la noche.
Una mañana, cuando el matrimonio estaba tomando el parvo desayuno, el zapatero dijo: «Esta noche he tenido un sueño muy claro y muy significativo. Me ha sido anunciado que en Amsterdam, sobre el Papenbrug (el Puente de los Curas), encontraré la felicidad.» La mujer se echó a reír y le respondió: «Menos mal que Amsterdam cae tan lejos; pues, de otra manera, serías lo bastante tonto para ir allá. Los sueños no son más que mentiras.»
El zapatero no hizo comentario alguno. Terminó de desayunar y bajó al taller, en donde le esperaba un montón de botas que arreglar. Durante todo el día, mientras trabajaba, no se apartaba de su pensamiento el sueño que tuviera por la noche. Cuando se acostó, aún estaba preocupado. Y apenas cerró los ojos y se durmió, volvió a soñar que en Amsterdam, sobre el Papenbrug, encontraría la felicidad. Por la mañana le dijo a su mujer: «Tú puedes decir que los sueños son mentira; pero he vuelto a soñar lo mismo que anoche.» La buena mujer se rió de él y le arguyó que por la noche la cabeza no anda como durante el día. Mas como quiera que aquella noche el zapatero volviera a tener el mismo sueño, cuando despertó le dijo decididamente a ella:
«Se acabó: he vuelto a soñar lo mismo. De modo que me voy a Amsterdam.» La mujer cogió un enfado regular y censuró a su marido por dejar el trabajo para seguir una fantasía: «Tu viaje será inútil, y cuando vuelvas no tendremos que comer, pues habrás perdido el trabajo de estos días, y los clientes habrán ido a otro zapatero.» Pero todos los reproches y todo el enfado fue trabajo perdido. El hombre partió hacia Amsterdam.
Cuando llegó a la ciudad, pidió a un viandante que le indicara el camino para ir al Papenbrug. Llegó al puente y empezó a errar por allí, pues no sabía a ciencia cierta qué era lo que podría traerle la felicidad. El primer día vagó, sin alejarse del puente; pero no le pasó nada. Al día siguiente volvió a emprender sus paseos por el mismo lugar y por sus alrededores, parándose a veces en él; pero tampoco encontró nada. Ya comenzaba a arrepentirse de su locura; pero tampoco era hombre que se desanimase fácilmente. El tercer día hizo aún lo que había hecho los anteriores, y hacia el atardecer encontró un mendigo, que le dijo: «Perdón, buen hombre: desde hace tres días he visto que vagáis por aquí sin hacer nada y que os paráis de vez en cuando. ¿Puedo preguntaros qué es lo que buscáis?» El zapatero contestó: «Lo que yo busco no me lo podéis dar vos.» A lo que el mendigo le replicó: «Eso puede ser cierto o no; pero, desde luego, si no me decís nada, yo tampoco puedo hacer nada.»
Entonces el zapatero miró al mendigo, y después de pensar un momento, le confesó el sueño que había tenido. El mendigo se echó a reír y exclamó: «Pero, buen hombre, ¿sois lo bastante tonto para creer en sueños? Yo también tengo sueños; pero no les hago caso. ¡Bah! ¡Arreglado estaría uno si fuese a seguir lo que ve en sueños! Yo, por ejemplo, he soñado durante tres noches seguidas que en Oosterlittens, en Frisia, en el jardín del zapatero que vive delante de la iglesia, se encuentra un saco lleno de oro debajo de un poste que hay allí. ¿Y creéis que por eso voy a hacer un viaje tan largo? No; nada me hará mover un pie para ponerme en camino.»
Cuando el zapatero oyó las palabras del mendigo, sintió que el corazón le latía, como queriéndosele salir del pecho. Pero disimuló su emoción y le dijo: «En efecto, tenéis razón; lo mejor que puedo hacer es volver a mi casa.» El mendigo opinó lo mismo, y ambos se despidieron.
Lleno de agitación, nuestro buen hombre volvió a tomar el camino de su pueblo. El camino le pareció mucho más bello que a la ida, pero más largo. Al fin llegó. Su mujer le recibió con cariño, aunque con un poco de cara de reproche: «¡Ya estarás contento! ¿Has encontrado lo que buscabas? Al menos, no te ha pasado nada.» Pero el zapatero, sin casi responderle, se dirigió al jardín, después de haber cogido una azada. Su mujer, entonces, exclamó: «Pero ¿qué nueva locura es ésta? Suelta esa azada, coge el tirapié y ponte a trabajar. Todos los dueños de las botas que dejaste sin arreglar están indignados.» El zapatero, sin hacerle el menor caso, empezó a cavar en el sitio del poste, mientras la mujer seguía con sus exclamaciones de indignación. Pero cuando el zapatero, después de haber cavado un rato, sacó un caldero lleno de plata, la mujer abrió unos ojos grandísimos y quedó muda de asombro. «¿Qué dices ahora? - exclamó, con el semblante alegre, el feliz zapatero -. ¿No podría decir yo ahora que he encontrado verdaderamente el bienestar en el Papenbrug de Amsterdam?»
Los felices esposos convinieron en que no debían decir a nadie nada del hallazgo y llevar la misma vida de trabajo que anteriormente, aunque un poco mejorada. El caldero desenterrado era de hierro, y la mujer lo usó para la casa. Vieron que en él había una inscripción; pero en una lengua que no entendían, y no dieron importancia a ese detalle. Su presencia no inspiraba sospechas a los que venían a visitar al zapatero. Pero un día éste recibió la visita del pastor de su parroquia. El pastor se sentó al lado del fuego y contempló el caldero. Después dijo: «¡Eh!, ¿de dónde te viene ese caldero?» «Lo he comprado a un ferretero - dijo el zapatero -; pero no sé qué significan esas palabras que están ahí. Vos, sin duda, lo sabréis leer.» El pastor lo miró detenidamente y dijo: «¡Ya lo creo! Entiendo las palabras, pues son latinas. Dicen: Debajo de este caldero hay todavía otro caldero. Pero no sé qué pueda significar esto.» El zapatero sufrió una nueva emoción; pero, prudentemente, después de que el pastor hubo terminado de hablar, se limitó a decir: «Pues para mí sigue siendo tan oscura como antes.» Pero deseaba ardientemente que el pastor acabara su visita.
En cuanto el ministro protestante salió de la casa, el zapatero cogió de nuevo la azada y corrió al jardín, cavando más profundamente en el sitio en donde apareciera el caldero. Y, en efecto, apareció otro caldero igualmente lleno de plata. Ahora el buen hombre ya tenía su porvenir asegurado. Para recordar su aventura, hizo colocar en el jardín una columna de granito en el sitio en donde había encontrado los calderos y en donde en otro tiempo no se encontraba sino un poste de madera. Más de cien años después de la muerte del zapatero y de su esposa, aún continuaba allí la columna, y como recordaba el número uno y el primitivo poste, desde entonces el número 1, en Frisia, se llama con frecuencia «el poste de Oosterlitten».

Como la historia cuenta, se puede relacionar con la lectura del Egipcio de El Cairo que ha de buscar su fortuna, para lo cual viaja a Isfaján donde le anuncian que su tesoro está enterrado en su patio.

El sueño del tesoro sobre el puente

EL SUEÑO DEL TESORO SOBRE EL PUENTE.

Hace mucho tiempo vivía en Oosterlittens un zapatero cuya vida estaba muy lejos de ser cómoda, ya que el trabajo le rendía poco y sus necesidades eran muchas. Era laborioso, diligente y buen artesano. Su mujer era una excelente ama de casa, ordenada y económica; pero tenían tantos hijos, que todo el trabajo del padre y la buena administración de la madre eran poca cosa para tantas bocas. Sin embargo, el buen hombre no se desesperaba, pues tenía confianza en que un día u otro las cosas cambiarían en su favor. Su mujer tachaba de loco al zapatero cuando éste le decía: «No te apures; todo irá mejor alguna vez.» Pero sentía gran satisfacción al ver que las ilusiones no quitaban al marido de trabajar intensamente durante todo el día y buena parte de la noche.

Una mañana, cuando el matrimonio estaba tomando el parvo desayuno, el zapatero dijo: «Esta noche he tenido un sueño muy claro y muy significativo. Me ha sido anunciado que en Amsterdam, sobre el Papenbrug (el Puente de los Curas), encontraré la felicidad.» La mujer se echó a reír y le respondió: «Menos mal que Amsterdam cae tan lejos; pues, de otra manera, serías lo bastante tonto para ir allá. Los sueños no son más que mentiras.»

El zapatero no hizo comentario alguno. Terminó de desayunar y bajó al taller, en donde le esperaba un montón de botas que arreglar. Durante todo el día, mientras trabajaba, no se apartaba de su pensamiento el sueño que tuviera por la noche. Cuando se acostó, aún estaba preocupado. Y apenas cerró los ojos y se durmió, volvió a soñar que en Amsterdam, sobre el Papenbrug, encontraría la felicidad. Por la mañana le dijo a su mujer: «Tú puedes decir que los sueños son mentira; pero he vuelto a soñar lo mismo que anoche.» La buena mujer se rió de él y le arguyó que por la noche la cabeza no anda como durante el día. Mas como quiera que aquella noche el zapatero volviera a tener el mismo sueño, cuando despertó le dijo decididamente a ella:

«Se acabó: he vuelto a soñar lo mismo. De modo que me voy a Amsterdam.» La mujer cogió un enfado regular y censuró a su marido por dejar el trabajo para seguir una fantasía: «Tu viaje será inútil, y cuando vuelvas no tendremos que comer, pues habrás perdido el trabajo de estos días, y los clientes habrán ido a otro zapatero.» Pero todos los reproches y todo el enfado fue trabajo perdido. El hombre partió hacia Amsterdam.

Cuando llegó a la ciudad, pidió a un viandante que le indicara el camino para ir al Papenbrug. Llegó al puente y empezó a errar por allí, pues no sabía a ciencia cierta qué era lo que podría traerle la felicidad. El primer día vagó, sin alejarse del puente; pero no le pasó nada. Al día siguiente volvió a emprender sus paseos por el mismo lugar y por sus alrededores, parándose a veces en él; pero tampoco encontró nada. Ya comenzaba a arrepentirse de su locura; pero tampoco era hombre que se desanimase fácilmente. El tercer día hizo aún lo que había hecho los anteriores, y hacia el atardecer encontró un mendigo, que le dijo: «Perdón, buen hombre: desde hace tres días he visto que vagáis por aquí sin hacer nada y que os paráis de vez en cuando. ¿Puedo preguntaros qué es lo que buscáis?» El zapatero contestó: «Lo que yo busco no me lo podéis dar vos.» A lo que el mendigo le replicó: «Eso puede ser cierto o no; pero, desde luego, si no me decís nada, yo tampoco puedo hacer nada.»

Entonces el zapatero miró al mendigo, y después de pensar un momento, le confesó el sueño que había tenido. El mendigo se echó a reír y exclamó: «Pero, buen hombre, ¿sois lo bastante tonto para creer en sueños? Yo también tengo sueños; pero no les hago caso. ¡Bah! ¡Arreglado estaría uno si fuese a seguir lo que ve en sueños! Yo, por ejemplo, he soñado durante tres noches seguidas que en Oosterlittens, en Frisia, en el jardín del zapatero que vive delante de la iglesia, se encuentra un saco lleno de oro debajo de un poste que hay allí. ¿Y creéis que por eso voy a hacer un viaje tan largo? No; nada me hará mover un pie para ponerme en camino.»

Cuando el zapatero oyó las palabras del mendigo, sintió que el corazón le latía, como queriéndosele salir del pecho. Pero disimuló su emoción y le dijo: «En efecto, tenéis razón; lo mejor que puedo hacer es volver a mi casa.» El mendigo opinó lo mismo, y ambos se despidieron.

Lleno de agitación, nuestro buen hombre volvió a tomar el camino de su pueblo. El camino le pareció mucho más bello que a la ida, pero más largo. Al fin llegó. Su mujer le recibió con cariño, aunque con un poco de cara de reproche: «¡Ya estarás contento! ¿Has encontrado lo que buscabas? Al menos, no te ha pasado nada.» Pero el zapatero, sin casi responderle, se dirigió al jardín, después de haber cogido una azada. Su mujer, entonces, exclamó: «Pero ¿qué nueva locura es ésta? Suelta esa azada, coge el tirapié y ponte a trabajar. Todos los dueños de las botas que dejaste sin arreglar están indignados.» El zapatero, sin hacerle el menor caso, empezó a cavar en el sitio del poste, mientras la mujer seguía con sus exclamaciones de indignación. Pero cuando el zapatero, después de haber cavado un rato, sacó un caldero lleno de plata, la mujer abrió unos ojos grandísimos y quedó muda de asombro. «¿Qué dices ahora? - exclamó, con el semblante alegre, el feliz zapatero -. ¿No podría decir yo ahora que he encontrado verdaderamente el bienestar en el Papenbrug de Amsterdam?»

Los felices esposos convinieron en que no debían decir a nadie nada del hallazgo y llevar la misma vida de trabajo que anteriormente, aunque un poco mejorada. El caldero desenterrado era de hierro, y la mujer lo usó para la casa. Vieron que en él había una inscripción; pero en una lengua que no entendían, y no dieron importancia a ese detalle. Su presencia no inspiraba sospechas a los que venían a visitar al zapatero. Pero un día éste recibió la visita del pastor de su parroquia. El pastor se sentó al lado del fuego y contempló el caldero. Después dijo: «¡Eh!, ¿de dónde te viene ese caldero?» «Lo he comprado a un ferretero - dijo el zapatero -; pero no sé qué significan esas palabras que están ahí. Vos, sin duda, lo sabréis leer.» El pastor lo miró detenidamente y dijo: «¡Ya lo creo! Entiendo las palabras, pues son latinas. Dicen: Debajo de este caldero hay todavía otro caldero. Pero no sé qué pueda significar esto.» El zapatero sufrió una nueva emoción; pero, prudentemente, después de que el pastor hubo terminado de hablar, se limitó a decir: «Pues para mí sigue siendo tan oscura como antes.» Pero deseaba ardientemente que el pastor acabara su visita.



En cuanto el ministro protestante salió de la casa, el zapatero cogió de nuevo la azada y corrió al jardín, cavando más profundamente en el sitio en donde apareciera el caldero. Y, en efecto, apareció otro caldero igualmente lleno de plata. Ahora el buen hombre ya tenía su porvenir asegurado. Para recordar su aventura, hizo colocar en el jardín una columna de granito en el sitio en donde había encontrado los calderos y en donde en otro tiempo no se encontraba sino un poste de madera. Más de cien años después de la muerte del zapatero y de su esposa, aún continuaba allí la columna, y como recordaba el número uno y el primitivo poste, desde entonces el número 1, en Frisia, se llama con frecuencia «el poste de Oosterlitten».

PUENTE DE LOS CURAS 




Puente de los Curas (Amsterdan)

Este puente se sitúa en Amsterdam (Holanda) y en él tuvo origen una historia preciosa.
Aquí abajo os pondré la imagen con el enlace de la historia.

Tiene una relación con una historia que leímos un día en la clase de lengua. La relación es que un hombre soñó con que su fortuna estaría en Isfaján y fue. Al llegar lo encerraron en la cárcel y el capitán le dijo que él soñó que en una casa del Cairo había una fortuna y no fue. Entonces el hombre volvió al Cairo y cavó debajo de su casa y encontró su fortuna.